jueves, 22 de julio de 2010

Con la mente

En los casos de punto y final en los que retumba una interrogación de fondo la prudencia es importante. Pero hay dudas, ya que no evita que la espera se transforme, por abandono, en distancia infranqueable que en vez de reforzar lo que ahora es una intuición la disuelva en un borroso recuerdo. ¿Cuánto hay que esperar?
Estas cosas hay que hacerlas bien. La intuición está coja y es difícil ver si lo que aflora son sensaciones que estaban algo dormidas o egoísmos provocados por celos, recueros idolatrados, ocioso aburrimiento o las hostias que recibes por otros lados. No descarto que sean imaginaciones patrocinadas por Kit Kat, y no estamos como para arriesgarnos y terminar todos en el dentista.
Sin embargo, ahí están esos pensamientos que hacen inoportunas apariciones en las noches. Últimamente pisan más fuerte, pero mañana podrían descansar, como ya lo hicieron antes.
Un clásico dilema. Firmar un contrato para que tu corazón ame incondicional y eternamente acabaría con el romántico vaivén, pero ahorraríamos en ibuprofenos.

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