sábado, 15 de abril de 2006


Otro día más en Madrid. Sin el olor de la sal, el sonido de las olas y el verde nuclear de las montañas cántabras. Abro los ojos con una idea falsa: la de verte dormir. Pero me despierto y madrugo como sólo hice en nuestra pequeña isla para ver otro día más cómo te estiras.
Me intenté echar la siesta y me faltó la almohada perfecta que crea la unión de tu brazo derecho y tu torso. No es lo mismo, no. Ya no te cuento historias en sueños. Ni buscamos ciervos en la carretera ni encontramos Ferraris. Me falta jugar con esas manos tan tramposas o descubrir quién es el Ronald MacDonald que gobierna las góticas colinas de Comillas.
Mis yemas añoran tu suave pelo; mi espalda, tus manos. Mis silencios son incómodos porque no dicen nada. En Suances, bajo el sol, gritaban lo que siento.
Le dimos un nuevo significado a las vacaciones Santillana. Por primera vez las adoré. Al igual que por primera vez admiramos las calitas de Isla, robamos pilas powerplus en un Lupa o nos adentramos en las montañas de Santoña. Dicen que para todo hay una primera vez, y yo nunca había estado en Cantabria. Ahora no podré olvidarla.
Santander tiene lo que nunca imaginé... tiene gasolineras, como creía de pequeña, pero tiene el Sardinero y la Magdalena. Sin embargo, tiene algo más, algo que te impide dejarla, que te hace dar pasos cada vez más cortos, hacer descansos cada vez más frecuentes. Excusas para no llegar nunca, para quedarme por siempre ahí, contigo.
Es verdad, tienes mucho que ver.

1 comentario:

Guillermo Sánchez dijo...

Ni las praderas cántabras encuentran uranio suficiente para competir con esos ojitos tuyos.

La playa puede esperar siempre y cuando el mar me lleve a tus labios.

Las pilas me las das cada vez que te miro.

No eres excusa sino causa, inspiración y motor de mis aventuras.

Te Quiero. (PUNTO Y A PARTE, Y FINAL , SIEMPRE DE LA SEGUNDA PARTE)