jueves, 3 de agosto de 2006

EMERREUVEANDO

Sobre arriba, sobre abajo, Néstor volvió a la época en que medía algo menos de un metro. Recordó una noche de navidades, en una mano tenía a su madre, en la otra, una carta coloreada como sólo los niños saben. Era su carta para los Reyes Magos. Su madre le llevó hacia un buzón amarillo. Era enorme comparado con el pequeño Néstor, pero aún así, insistió en echar la carta él mismo. Quería asegurarse de que la carta llegase en perfecto estado a Baltasar y el primer paso para cumplir su objetivo era meterla en el buzón ¿Y luego? ¿Luego? Néstor se imaginó un mundo subterráneo repleto de tubos que se interconectaban y desembocaban como los ríos en las casas, en este caso, en la oficina de los Reyes Magos, allá por Oriente.
Poco tiempo después, Néstor conoció otro punto de vista sobre el envío de cartas. Su amiga Eva le explicó que dentro de cada buzón amarillo habitaba un enano, de esos con grandes barbas y aspecto rechoncho, como los de Blancanieves. Ellos se dedicaban a llevar las cartas a una gran fábrica, allí las clasificaban y las mandaban a las casas cargándolas a lomos de zorros o cigüeñas. Como con Papá Noel. Pan comido.
Néstor dejó de ser un “enano”. Dos palmos le quedaba para acercarse a los dos metros, no obstante, conoció de primera mano el secreto postal. No, no había enanos, aunque sí era cierto que había más de un gruñón, pero de los tubos ni rastro. Ellos sí tenían fábrica, pero no era colorida, ni se cantaban canciones, ni se comía chocolate. Tal vez era por eso por lo que tampoco sonreían. Era gris, el color más soso del universo, grises sus paredes, grises los uniformes, grises sus empleados gruñones.
Néstor aprendió el poco valor que tiene la ortografía en un servicio de envíos de paquetes. Esto, por supuesto, le repateaba, pues el lenguaje desde que era pequeño se había convertido en un juego más para él y en algo que sabía que era importante respetar y defender. Su bajita compañera (Néstor creía que era un malvado troll disfrazado de mujer) ponía en las etiquetas de los sobres indistintamente “Lopes” en vez de “López” y “Catalices” en el lugar de “Catalises”. Néstor entendía que en "Colombia" (que era de donde decía llegar aquel troll tramposo) quizás ciertos nombres o apellidos cambiaban, pero no llegaba a comprender cómo una persona que tiene en un albarán el nombre escrito correctamente lo cambia de tal modo. “CSIC” se escribía según esta jefaza de la lengua española “Cesic”. Claro está, que alguien que confundía las calles y los destinatarios poco debía saber del mundo. En una ocasión puso de destinatario a Hernán Cortés. Si Hernán Cortés levantase la cabeza… ¿Sabría que hacer con un reporductor DVD que también lee MP3, DIVX, CD, CD-R, DVD-R, y de mases? Ah.. Que se confundió… Hernán Cortés era la calle. Ya le extrañaba a Néstor que existiese un Hernán Cortés Tercero (3), pero si existía compañera como aquella y niños como Kevin Costner de Jesús, la idea de una fábrica de enanitos y un Hernán Cortés que pirateaba películas en Internet dejaba de resultar tan descabellada.

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