lunes, 20 de diciembre de 2010

Espejismos

Asiste a ese mágico truco por el que el vínculo con su gemela de aluminio se rompe. Por mucho que baile con ella o atropelle su voz con las mismas palabras que lee en sus labios, de tanto mirarla, la guapa de enfrente acaba convirtiéndose en un ser bidimensional encerrado en un marco.
El espejo ya no reflecta, proyecta. Entonces es cuando busca a los suyos desde la objetividad. Mira fijamente, con los ojos chinos, alternádolos con muecas que le pide la morena que entrecierra los párpados.
Finalmente, invoca a sus predecesores gesticulando. Ahí está su madre, con una sonrisa de oreja a oreja que hace que sus mofletes le roben hueco a sus ojos. Arrugando y estirando la nariz se encuentra con su padre. Y centrando la vista, su abuela la contempla.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Dolor, dolor

Llega un momento en que recibes una hostia en toda regla. Una hostia que no es física, pero que duele como tal porque tu cuerpo se destempla, tiembla y se quema por ella. Es una patada en la riñonada que amaga sangre en la boca, pero que ni te provoca derrames ni se plasma en un cardenal.
Y tiene réplicas que no por pasar el tiempo disminuyen en intensidad. Aparecen con cualquier excusa. Entonces, vuelves a recordar lo que significa esa ausencia y ese "nunca más". Para moderarlo, el tiempo es un pequeño alivio. Pero para lo que no lo es, es para paliar el recuerdo del momento en el que todo cambia. Puede que no recuerdes muchos detalles, pero ese dolor... Ese dolor es inolvidable y se manifiesta como la primera vez. La misma hostia. Una y otra vez. Imborrable. Incurable.