domingo, 30 de julio de 2006

DES-FRAGMENTO


Nadia esperaba un autobús que hacía tiempo no cogía. Las luces de los faros la despertaron de su ensimismamiento. El volumen de su MP3 estaba demasiado alto como para oír lo que sucedía a su alrededor, pero no le impedía escuchar sus pensamientos. No conseguía levantar la cara por miedo a mostrar reflejado en su cara lo que sentía, y observaba las luces borrosas de la noche cabizbaja. Un sólo motivo había conseguido eliminar las habituales canciones tristes que hacía tiempo se habían instalado en su reproductor de música. No encontró canción con la que desahogarse y por ello, antes de entrar a casa, se sentó en el tobogán de su infancia. Años atrás había reído tirándose por él y ahora estaba triste. Miraba a las estrellas, como la noche anterior, pero esta vez sola y asustada. Una fugaz apareció ante sus ojos. "Felicidad". ¿Hacía cuanto no buscaba la felicidad? ¿Cuándo fue la última vez que se la rogó a las estrellas? No, su caso no era el de una persona desencantada del mundo que no esperaba nada de los demás. La felicidad se había convertido en un estado permanente, no en algo fugaz, como antes creía que era. Ahora se tambaleaba. Sentía que se había jugado todo a una carta, que se había convertido en todo aquello de lo que renegaba: una persona capaz de abrirse cual libro, de mostrar su alma al quitarse la camiseta. Tenía miedo de que no volviese a salir el dos de corazones.

(Vincent Van Gogh: "Noche estrellada")

jueves, 20 de julio de 2006

NOCHE ETERNA; UN SEGUNDO

Al filo del barranco, con el fuego a las espaldas, sube la temperatura, el pulso se acelera… Los ojos miran algo que no entienden, la boca se descoloca buscando un nuevo sabor. Uf, muy ácido.
El control descontrolado se apodera de una. Pareces controlarlo, pero al igual que se multiplican los sentimientos se potencian los movimientos. La música se oye a ráfagas. Ahora me conviene escucharla y unas personas que no existen elevan mis brazos, me animan a bailar. Ya no, en este momento sólo quiero escuchar esos labios que con tanto peligro se acercan. La música ha desaparecido. Entonces el mundo se reduce a la excitación del tacto, a los mordiscos temblorosos de dos mandíbulas impacientes. Por fin te digo aquello que se me quedaba dentro. La última gota en la botella exprimida hasta precipitarse en nuestra conversación. Por fin escucho lo que necesitaba. Aun sin saberlo. Sé que lo que podía ser una conversación bizantina con otra persona, contigo marca un antes y un después. Un después del después. Mañana no me atreveré a repetírtelo, así que voy a gritártelo aprovechando que estamos tan cerquita del cielo. Mmm, gracias por ese beso que ha disuelto el matarratas. Claro, que comparado contigo incluso el chocolate me resulta asqueroso.
Las caricias me llevan a un mundo apartado en el que sobra la ropa y las miradas sorprendidas que nos rodean. AAAAAAHHHH! ¡Quiero gritar! ¡Quiero gritar! Te voy a… No, no es el momento. Algo de cordura se esconde en este cerebro alterado químicamente. Sé que no estoy bailando tan bien. He visto muchos anuncios. Sé que mis pupilas son más grandes que esos focos. Comprendo que me pregunten si tengo más de esto… Vaya, si fuese otra persona, si fuese la yo cuerda… Me daría pena. Pero hay que sentirlo… WOW! ¡Otra vez wow! Dios mío, esta mierda es buena y ha desatado mi hiper-yo.

martes, 11 de julio de 2006

ESPECTROS DE UNA NOCHE ETERNA


En la quietud de la noche, cerca de la calma del oleaje del mar y la brisa gallega, irrumpía un grupo de espectros. Ellos les miraban asustados, indignados, inquietos, desesperados. Los zombies marcaban su ritmo a tientas con unas caderas a punto de quebrarse. Chas!... Chas! Ritmo descompasado, indiferente a la melodía, apegado al ruido, ávido de más gasolina que ingerir. Ellos les observaban detrás de la lona: sus sombras y los parpadeos eléctricos rayaban la estética de un cuerpo en movimiento. No había distinción entre un vivo y un muerto, pues la muerte era el pan de cada día, la pastilla de cada media hora. Ellos se preguntaban cómo un cerebro podía soportar tales estruendos, cómo los huesos no se deshacían con el calor químico o se fragmentaban por el frío de un mal viaje. En algún momento debieron ser niños, pudieron soñar con un futuro muy distinto... ¿En qué momento eligieron la no-vida? Morfeo les dio la pastilla equivocada.
Zumbidos, sonidos eléctricos, casi metálicos, letras faltas de argumento, rimas escupidas con sangre y sin corazón. Un sin-son sin sentido. Una daga para los tímpanos, una piedra puntiaguda para una espalda que intenta descansar. Aire contaminado para pulmones con ganas de respirar realidad.
Para los otros, un placebo que sustituye a la vida.